Versión española VI : ¿Que futuro para Princesa?

El vaquero vio enseguida el animal recién nacido en medio de la manada de vacas. Era una hembra de capa negra mulata con unas horas de vida. Pudo cogerla y ponerle los crotales de la identificación europea. Apuntó en su libreta el número 5727, que seguirá a la res toda su vida. Le extrañó haber podido engañar tan fácilmente la vigilancia de la madre. La vaca Reina paría por primera vez. La naturaleza suele ser sabia, pero este evento no deja de ser desconcertante, sobre todo para una primípara. No fue lo suficientemente espabilada a la hora de defender su progenitura. Pero no le volverá a suceder. Los vaqueros están prevenidos de cara a la próxima temporada…

Este primer contacto con el hombre fue demasiado precoz. El vaquero hubiera debido esperar un par de días más. La recién nacida se impregnó de los olores del hombre y su madre la rechazó. La naturaleza salvaje tiene su código muy estricto de supervivencia. Que el humano intervenga y vaya en contra de esta lógica puede desbancar el equilibrio natural.

El vaquero se dio cuenta del abandono. Desde hace dos días, la becerra andaba despistada por la dehesa, flaca, desesperada de hambre. Este llanto le emocionó. A caballo, consiguió acularla. Se defendió y le embistió con su poca fuerza y su mucho moral, cabeza agachada, en brava. La cogió, la cargó encima de su jaca y la trajo al cortijo. Encerrada en una cuadra, temblaba de ira, luchando contra su nueva condición de presa. Triste inicio de vida para un animal salvaje, pero se trataba de un caso de vida o muerte.

Muy reacia al principio, hubo que forzarla a aceptar el bibi salvador y usar la fuerza: contenerla entre las piernas del vaquero, dos dedos en la boca y tetina en el fondo de la garganta. Después de varios intentos, probó por fin y se deleitó de la buena leche tibia. Borró definitivamente a su madre de su memoria y adoptó al vaquero que le había salvado la vida.

Princesa tiene ahora dos meses. Tiene un tamaño superior al de sus hermanas. Bebe ocho litros de leche grasa al día, cuando una vaca madre produce naturalmente bastante menos para su ternero. Además, duerme calentita en una cuadra, protegida de la terrible humedad de las lluvias de invierno que sus hermanas deben sufrir en el campo. Se ha convertido en la mascota de la finca. Los niños de los vaqueros juegan con ella. Carreras, saltitos, quiebros, … una verdadera gozada, mejor que con un perrito. Eso si, no se deja tocar. Este privilegio solo es del vaquero salvador a quién contesta berreando cuando reconoce su voz.

El mayoral sonríe observando estas escenas de juegos. Pero esta dudando. Sabe que pronto deberá tomar una decisión difícil. ¿Que hacer con Princesa? Si dentro de dos meses la becerrita no vuelve con sus hermanas en la dehesa, se acabará su fiereza. Totalmente domesticada, perdido su instinto de lucha, no podrá, como sus hermanas, demostrar su casta en la tienta y convertirse en madre de toros bravos. Puesta en libertad, el mayoral esta convencido que se olvidará rápidamente de su madre adoptiva, aprenderá a sobrevivir, reencontrándose con el instinto de bravura escrito en sus genes.

¿Que futuro para Princesa? Apartarla de su familia adoptiva y hacerle sufrir un nuevo trauma, o dejarla convertirse en animal de compañía y quitarle su verdadero instinto de animal de lucha?

Noches de insomnio a la vista para nuestro mayoral…